Participación “activa” de la asamblea en la Liturgia (Parte IV)
Por Sor Beatriz Alceda, O.I.C.
Continuamos con nuestras estrategias para la liturgia:
- El ensayo: Éste es uno de los trabajos que muchas veces puede resultar pesado para cualquier encargado del ministerio o director de Sholae Cantorum. Pocos fieles hacen conciencia de ello pero, llegar a la celebración (sobre todo la dominical), con un repertorio ya estudiado y ensayado, con material preparado y aprobado por el que preside, y la coordinación con todos los ministros, requiere de una fuerte dosis de esfuerzos, además de espíritu de servicialidad y donación. Es decir, no podemos iniciar nuestras celebraciones con la mera buena voluntad por delante y un “ya Dios nos iluminará” por detrás. A eso le llamo yo “irresponsabilidad”. El ensayo tanto de la Schola o en su defecto, del cantor o cantores, como de la asamblea es muy importante para lograr celebraciones vivas y de experiencias y resonancias profundas. Los primeros tienen la obligación de dedicar un tiempo considerable para ensayar durante los días previos a una celebración. En cambio, a la asamblea se le pueden dedicar 10 ó 15 minutos antes de iniciar para repasar las partes que le son asignadas, como los estribillos de los cantos por ejemplo, o las respuestas a las diferentes aclamaciones. En una ocasión, me encontraba en el dilema de poner o no cantos gregorianos para las celebraciones de Jueves y Viernes Santo, según nos exhorta el magisterio de la Iglesia cuando dice que “ante todo, promuévase el uso del canto gregoriano, que por sus peculiares características es un fundamento de gran importancia para el cultivo de la música sacra”[1]. En esa ocasión esperábamos unos 300 fieles que participarían en cada uno de estos días y sentía yo que mi deseo de incluir canto gregoriano se veía torpemente aplastado por la necesidad de que participara toda la asamblea. La idea de que en algunas partes pueden “escuchar con devoción” no me satisfacía del todo y le daba vueltas en la cabeza para resolverlo[2]. Al final di con la estrategia adecuada: se anunció desde el Domingo de Ramos que iniciaríamos con la preparación de los fieles desde media hora antes de la celebración. La respuesta fue muy positiva. Más de la mitad de la asamblea llegó a la hora convenida y se le repartió hojitas con los cantos, incluyendo los del repertorio gregoriano y éstos con su respectiva traducción. Los textos que preferentemente le correspondían a la asamblea los identificamos con negritas para que se ubicaran a primera vista. Dedicamos algunos minutos para ensayar el primer párrafo del “Ubi caritas” que utilizaríamos como estribillo (¡Sí!, ya sé, este himno no tiene estribillos), así como la antífona “Mandatum novum” para el Jueves Santo y el estribillo “Dulce lignum, dulces clavos” del canto “Crux fidelis” para el Viernes Santo. No hubo necesidad de estar motivando a la asamblea con el consabido “cantamos todos”, porque, habiéndolo preparado y ensayado, pudieron los fieles responder en su momento. Así, pues, el ensayo es fundamental en todos los aspectos para la participación de la asamblea. Desafortunadamente, estamos tan acostumbrados a la inmediatez y a vivir tan deprisa, que tenemos ya la costumbre de llegar a la celebración uno o dos minutos antes, si es que bien nos va, o si no, algunos llegan cuando ya se están proclamando las lecturas. Así, ¿cuál ensayo de la asamblea? Es muy necesario, y ése es trabajo del párroco, rector o capellán al frente de su comunidad, insistir en la importancia de la puntualidad y la activa participación de los fieles porque así como iniciamos la celebración, así está dispuesto el corazón para acoger la Palabra y recibir a Cristo.
- La motivación: Tenemos aquí un cuarto elemento importante que nos puede ayudar a la participación activa en las celebraciones. Muchos pensarían que es un trabajo que le corresponde al monitor pero nada más falso que eso. La celebración es de todos, así que todos debemos involucrarnos: el celebrante, los concelebrantes, los acólitos, los lectores, el monitor, los oferentes, la asamblea… ¡todos! Pero “cada quien en su puesto” (1Cor. 15, 23). Una monición no puede hacer el trabajo de los demás para llenar de vitalidad la celebración. Un canto de entrada, por sí solo, tampoco es suficiente. Es decir, todos debemos involucrarnos, prepararnos, comunicarnos y coordinarnos para, entonces sí, hacer lo que por ministerio nos corresponde a cada uno. Ya nos lo dice el No. 5 de la Instrucción Músicam Sacram: “La preparación práctica de toda celebración litúrgica debe hacerse en pleno acuerdo entre todos los interesados, sea de la parte ritual, de la pastoral o de la música, bajo la dirección del rector de la iglesia”. Cuando lo comprendamos así, sabremos comunicar y motivar debidamente a la asamblea y, como una orquesta bien ensamblada, celebraremos con alegría al Dios vivo. Sé que no en todas partes es posible lograrlo plenamente, sobre todo si tenemos en cuenta otros factores: asambleas pequeñas o grandes, edades promedio de los fieles, situación social (y hasta política de la comunidad) y del país al que pertenece, capacidad de organización de los miembros que la componen, y hasta los eventos naturales o desastres que pudieran estar aconteciendo. Pero, quienes han tenido la experiencia de la pasión y muerte del Señor en sus cuerpos, se van preparando para vivir la resurrección. Y la nueva vida reclama nuevas motivaciones y nuevas acciones. La tragedia sería quedarse como muerto, sin hacer nada.
El P. Jaume González–Padrós explica en detalle sobre este tema en un artículo titulado “Las disposiciones personales”, publicado en la revista mexicana Actualidad Litúrgica[3], así como en la publicación española Liturgia y Espiritualidad[4]. En este artículo escribe que para toda celebración litúrgica se requiere “recta disposición de ánimo”, que “la mente concuerde con lo que se dice y ora”, que es necesario “colaborar con la gracia divina” y “participar consciente, activa y fructuosamente”. Se los recomiendo ampliamente.
Veamos, por último, un punto que se suma a todo lo ya expuesto y que no podemos dejar en el tintero: la participación de los fieles a través de los medios de comunicación. Para muchos de nosotros, la pandemia del covid-19 ha implicado desplegar algunas estrategias que en poco habíamos pensado. El hecho de tener celebraciones con templos prácticamente vacíos pero que a la vez están siendo transmitidas por algún medio de comunicación, para algunos de nosotros (y yo me incluyo) supone innovaciones que en algún punto creíamos no necesitábamos del todo. El hecho es que allí estamos, en medio de una pandemia y con una especie de hambre espiritual y unas “ganas inmensas” de poder retornar a la Casa de Dios. Ahora más que nunca tendremos que hacer nuestras las palabras del Salmo 121: “¡Qué alegría sentí cuando me dijeron: vamos a la Casa del Señor!”. Sin embargo, aun cuando en nuestras celebraciones no tengamos a los fieles físicamente presentes, sí los tenemos de forma virtual participando de las celebraciones litúrgicas y demás actos de la piedad popular. Pero justo ahora es cuando hay que hacer algunas recomendaciones sobre el tema:
- El lugar donde se reunirá la familia o los que participarán en la celebración deberá estar acondicionado para este fin, es decir, poner un crucifijo en un pequeño altar, en un lugar predominantemente visible, además de que esté desprovisto de todo objeto que pudiera retener nuestra atención.
- Puesto que la Iglesia la conforman seres vivos, con sus alegrías, tristezas, preocupaciones, logros, etc., y no seres inanimados, la transmisión deberá estarse realizando en vivo, en tiempo real. Dejar la misa para “escucharla después”, pierde todo su sentido y eficacia. La misa no se escucha; se vive, se participa.
- Los fieles deberán acomodarse de forma que todos puedan ver el monitor y escuchar lo que se está proclamando, sin que haya estorbos u objetos distractores, como celulares, tabletas, juguetes, etc. Recordemos que tendríamos que “comportarnos” como si estuviéramos físicamente en la Casa de Dios.
- Los fieles participarán en la celebración tanto en las respuestas como en los cantos, como cuando estamos físicamente en el templo, es decir, en voz alta y con todo el ser.
- Son momentos importantes la proclamación de las lecturas, sobre todo del Evangelio como la consagración. Por tanto, las posturas que adoptamos durante la misa habitual, las haremos durante la misa transmitida en tele, radio o Internet (sentados en las lecturas, de pie en el Evangelio, de rodillas en la consagración, de pie todo el resto de la misa después de la consagración, etc.), siempre y cuando no estemos impedidos físicamente.
Estas recomendaciones no eximen a nadie de las responsabilidades que hemos estado comentando a lo largo de este artículo. Por el contrario, algunas de ellas tendrán que ser observadas con más rigurosidad para que no se presenten momentos no deseables durante la transmisión. Y tendremos que revisar en otra ocasión y con más detalle todos estos aspectos y más que surjan porque es muy probable que eventualmente tengamos contingencias de cualquier tipo y la Iglesia debe estar preparada para acompañar a todos sus hijos al encuentro del Señor.
Y una cosa más: bajo ninguna circunstancia y por ningún motivo (ni el más justificable que sea) está permitido poner música grabada durante la misa. Y eso, aunque me pongan los ojos grandes como platos, me lo he encontrado no pocas veces en donde menos me lo imaginaba. No debe ser así. Ya lo expusimos más arriba, la naturaleza de las celebraciones litúrgicas impide totalmente el uso de herramientas que sustituyan y deterioren el espíritu de vida de los fieles.
Como conclusión, traeré aquí las palabras de la Constitución Sacrosanctum Concilium, en el No. 2, que dice: “la Liturgia, por cuyo medio «se ejerce la obra de nuestra Redención», sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida, y manifiesten a los demás, el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia”. Tal vez no lo recordamos a menudo pero es importante que tengamos en cuenta que la participación activa de la asamblea lleva a plenitud (en este mundo) una de las cualidades de la música litúrgica: la universalidad.
Sor Beatriz Alceda, O.I.C.
[1] Musicam Sacram, de la Sagrada Congregación de Ritos, sobre la música en la sagrada liturgia, No. 52.
[2] Específicamente, en el No. 15 de la ya mencionada Instrucción Musicam Sacram dice: Los fieles deben cumplir con su oficio litúrgico con aquella plena, consciente y activa participación exigida por la naturaleza de la misma Liturgia y a la cual el pueblo cristiano tiene derecho y deber en fuerza de su Bautismo. Esta participación será:
a) ante todo, interior, y con ella los fieles conformarán su ánimo a la palabras que dicen o que escuchan, cooperando con la gracia divina;
b) pero también exterior, y con ésta se manifestará la participación interior por los gestos y las actitudes del cuerpo, por las aclamaciones, las contestaciones y el canto.
Edúquese, además, a los fieles, para que, escuchando lo que los ministros o la «schola cantorum» cantan, eleven su ánimo a Dios por la participación interior
[3] Actualidad Litúrgica No. 274, Mayo-Junio, 2020 pp. 4–6, México.
[4] Liturgia y Espiritualidad, año L, n. 5, España.